sábado, 30 de noviembre de 2013

El ser humano


A lo largo de la historia, los seres humanos hemos intentado explicar por qué el hombre actúa de una forma u otra ante determinadas situaciones, el lugar que éste ocupa respecto a los demás seres vivos, etc. En resumen, siempre hemos tratado de dar respuestas a todos los interrogantes que han acosado al ser humano. Sin embargo, incluso en la actualidad, no hemos sido capaces de dar una respuesta definitiva a todos estos enigmas, aún contando con testimonios y observaciones hechas por filósofos y autores tiempo atrás.
Desde mi punto de vista, para analizar correctamente como es el ser humano debemos centrarnos en un aspecto fundamental de éste, el alma. Para poder examinar el alma con precisión, debemos dividirla en dos partes: una parte racional, y otra que va más allá de la razón.
Sin embargo, antes de estudiar a fondo las partes del alma, primero debemos responder a una cuestión: "¿existe realmente el alma?". Obviamente, la respuesta es afirmativa, se exponga el caso que se exponga, ya que todo ser libre (como por ejemplo el ser humano) no puede ser completamente material, puesto que si lo fuese, su comportamiento siempre se vería controlado por las leyes de la naturaleza, cosa que no sucede en el caso del ser humano.
Entorno a esta cuestión, es muy interesante el criterio que sigue Immanuel Kant, filósofo prusiano de la Ilustración, quién creía que la existencia del alma era una necesidad moral, puesto que si no existiera el alma, seríamos puramente materiales (es decir, no seríamos libres), lo que es imposible, ya que según Kant, es moralmente necesario que seamos libres.
Una vez aclarada esta cuestión, podemos proceder a estudiar al detalle las dos partes del alma comentadas anteriormente. 
En primer lugar, observaremos la parte racional del alma; esta parte se ve regida en todo momento por el conocimiento y la sabiduría. Es la sección del alma que nos permite a los seres humanos hacer uso del pensamiento y la razón (“logos”), y de esta forma actuar dependiendo de la situación en la que nos hallemos.
Según Platón (filósofo de la Antigua Grecia), quien desarrolló una idea respecto a este tema, existen tres partes del alma: la apetitiva, la irascible y la inteligible. Ésta última, vendría a ser la parte racional, puesto que se basa en la sabiduría y el conocimiento, y es la sede de la razón.
En segundo lugar, encontramos la parte del alma que va más allá de la razón. Evidentemente, el ser humano es racional, pero no de una forma completa, ya que existen elementos que forman, constituyen y afectan al hombre, y van más allá del entendimiento y la razón humana. Entre estos elementos podríamos destacar a los sentimientos, las pasiones, los deseos, etc.
En definitiva, son estos elementos ajenos al logos humano, los que forman esta parte del alma del hombre. Estos elementos podrían ser precisamente las partes apetitiva e irascible del alma, según el modelo establecido por Platón.
Ahora que ya hemos visto a que corresponde cada una de las dos partes del alma podemos observar que surge una gran incógnita: “¿Qué parte del alma es más importante?”. La respuesta a esta pregunta es bastante sencilla; ambas partes son igual de importantes, ya que sin la parte racional, nos dejaríamos llevar ciegamente por nuestros deseos, lo que haría de nosotros algo puramente material, como les sucede al resto de los animales y seres vivos; sin embargo, nuestros sentimientos, nuestras pasiones, o nuestros deseos son lo que hacen que no nos comportemos como si fuéramos simples “autómatas” (es decir, como si fuéramos “máquinas”), es más, son esta clase de elementos los que hacen que cada ser humano sea un individuo completamente independiente del resto; son lo que hacen que cada uno de nosotros tenga unas ideas y unos criterios propios.
No obstante, en contraposición a todos estos fundamentos sobre el alma, la razón y los sentimientos del ser humano, podemos encontrarnos con ideas y teorías, como las evolucionistas, que defienden que el ser humano no tiene nada de especial, y que no es diferente del resto de los animales, es decir, que es un animal más.
Con respecto a estos criterios, principalmente defendidos por naturalistas como Darwin y Lamarck, solo cabe destacar que, aunque el proceso de la evolución del ser humano a partir de otros animales es irrefutable, es evidente que el ser humano no puede ser sólo un animal más, ya que ha conseguido imponerse al resto de los animales, seres vivos, e incluso a la misma naturaleza, tal y como se puede ver en la actualidad.
Obviamente, esto no lo puede conseguir un ser que posea un par de características especiales, esto sólo lo puede conseguir un ser que es superior a todo lo que le rodea.
Para finalizar (y en conclusión), se puede decir que el ser humano posee un elemento fundamental, que es el alma, que a su vez está dividida en dos partes; la parte racional, que nos permite hacer uso de la razón, y la parte que va más allá de la razón, que está constituida por los sentimientos, la emociones, etc., que nos permite desarrollar ideas y criterios propios.
La actuación conjunta de estas dos partes, es la que nos hace situarnos por encima del resto de los animales y seres vivos, es decir, es lo que hace que seamos seres superiores.